La infància al Poblenou

Font: Ajuntament de Barcelona

En un barri anomenat Poblenou, hi ha una escola, jove per als vells, vella per als joves. L’Arenal de Llevant és una escola gran, blanca, animada, on hi poden haver tota mena d’alumnes, professores, directores i animals. Està ben situada, just al seu davant té un bloc de cases que donen vida a un gran parc on, a la tardor, s’omple de nens jugant amb les fulles i nedant entre la imaginació que el parc regala. Hi ha una taula de ping-pong on nens, nenes i animals juguen imaginant que estan a un vaixell pirata, fugint de les criatures marines. Un turó immens ple d’herba on nens, nenes i animals juguen a fer curses de croquetes, amb els pares en peus cansats de netejar, tirar i arreglar tanta quantitat de roba. En un costat, una mare va donant ordres a un parell de nens, que imaginen ser uns grans espies o policies. En els porxos de les cases hi ha els més menuts, jugant a mares i pares, creant una vida extraordinària. Els nens de l’Escola de l’Arenal de Llevant surten a les tardes de la tardor corrents cap aquell parc amb ganes de convertir-se en pirates, policies i croquetes.

A l’esquerra del col·legi tenim un parc, parc vermell l’anomenen els més grans, amb un tros petit de parc pels menudets on juguen a fer filera en el tobogán o a què estan volant en el gronxador. Fora del petit recinte tenim una immensa capacitat d’espai amb uns quan bancs on descansen les mares, i trossos verds per passejar els gossos, també tenim un recinte de cases, on els més grans juguen a pillar-se uns als altres, i a riure’s del porter que, de tant xivarri, deixa un crit a l’aire. Els nens de l’Arenal l’anomenen el parc vermell, un lloc on poden jugar des de ben menuts, fins als de sisè que, amb la tristesa de deixar l’escola, s’ho passen millor que ningú.

En el pati de l’escola es veuen tots els nens jugant, parlant, imaginant, cridant entre ells. Quan estan ja cansats del parc i l’escola finalitza, molts nens i nenes queden per passejar pel Poblenou, un barri petit dins una gran ciutat, on les festes són infinites. Els més grans van al centre comercial a passar-ho bé i els més menudets es queden a casa o fent extraescolars.

Aquest és el nostre barri, l’hem de cuidar, diuen les mares als seus fills i filles en les festes; potser, algun dia, hauràs de salvar-lo tu. El barri, encara que no sigui el d’abans, segueix replè d’alegria, però amb cada vegada més protestes; davant de la nostra escola, tenim tots els nens i nenes jugant feliços, pintant amb guixos a terra o fent curses amb el semàfor, és una protesta als cotxes.

Els pares cada vegada estan més preocupats i molts deixen d’assistir a les trobades al parc, ja no hi ha tants policies, croquetes o pirates. Els parcs comencen a estar cada cop més buits, els nens estan asseguts, amb la cara al mòbil, ara només queden els més menuts jugant, intenten trobar policies, croquetes o pirates, tots estan inundats en la pantalla, els que tenen germà gran, comencen a fer el mateix, els pirates ja s’han extingit. A poc a poc els pares es cansen d’esperar hora rere hora els seus fills, que estan asseguts enganxats a la pantalla fent el mateix que poden fer a casa, ara ja no queden espies.

Ara, quan els nens surten de l’escola, no volen saber res del parc, se’n van al sofà de casa, s’han extingit les croquetes. Ara només queden records dels nens grans, trossos de fuet per terra i la mirada del conserge que amb tristesa espera l’arribada d’aquells nens rients, que no arribaran mai. Ja no hi ha policies, croquetes ni pirates.

Per la Dra. Vives

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La candidatura de Xavier Trias: explicando Barcelona en clave de clase

Texto publicado originalmente en catalán en La Realitat (03/02/2023).

Sin duda, es posible afirmar que la reciente candidatura de Xavier Trias a la alcaldía de Barcelona, al menos en cuanto a la esfera de la política municipal, es una de las noticias más destacables de los últimos tiempos. La entrada de Trias en la carrera electoral podría suponer, entre otras cosas, una reconfiguración de la estrategia política del resto de contendientes, ya que se intuye un cierto intento por situar el eje del debate en torno a la elección entre dos formas distintas de entender la ciudad: la actual, de Barcelona en comú, con una trayectoria de dos legislaturas centradas, a nivel urbano, en la pacificación de parte del entramado urbano, el intento de control, con resultados desiguales, de las dinámicas de turistificación o el volumen de las inversiones en carriles bici y tranvía, frente a la apuesta de Trias, un alcalde recordado -gobernó Barcelona entre los años 2011 y 2015- por su carácter business friendly, su apuesta por la Smart City y la conversión definitiva de Barcelona en un destino turístico internacional. Esta contraposición entre dos formas distintas de entender la ciudad, por otra parte, podría ser interesante a la hora de explicar las transformaciones ocurridas en Barcelona en clave de clase.

Existe cierto consenso entre los estudiosos del urbanismo local de las últimas décadas a la hora de establecer una cierta clasificación por fases por las que éste habría pasado. La teoría más exitosa es la denominada de las Etapas, impulsada principalmente por gente como J. Maria Montaner. Según esta propuesta, la transformación de Barcelona desde el 79 obedecería a cuatro momentos diferentes: Un primer momento, desde las primeras elecciones municipales hasta la elección de la capital catalana como sede olímpica en el 86, caracterizado por el empuje y el poder de las asociaciones de vecinos, la creación de espacios públicos, las intervenciones de tamaño pequeño pero alto significado (plazas, jardines, parques, etc.) y la puesta en marcha de equipamientos sociales y culturales de los que la ciudad tenía una gran necesidad; una segunda etapa, que llegaría hasta el 93, donde se construyen todos los dispositivos, infraestructuras y dotaciones necesarias para la celebración de los Juegos Olímpicos (JJOO) (apertura en el mar de la ciudad, Rondas, Villa Olímpica, etc.); una tercera fase, vivida en momentos de crisis internacional, donde el empeño urbanístico se detiene, las deudas impiden ir más allá y se opta por cerrar proyectos ya iniciados y, finalmente, una cuarta etapa, de puro urbanismo neoliberal, puesta en marcha durante los años de Joan Clos y Jordi Hereu en la alcaldía de la ciudad, donde se rompe con la inercia anterior, se deja de proyectar una idea única y un proyecto de ciudad, y donde se opta por intervenciones desconectadas entre ellas, la ruptura de su densa trama característica (Plan 22@, Fórum de las Culturas, Diagonal Mar) o la proyección de Barcelona como marca, lo que podría llamarse cierto urbanismo posmoderno, y que duraría prácticamente hasta el año 2015 Las dos primeras fases serían las que, gente como Jordi Borja, pero también Oriol Bohigas y otros responsables de la política municipal, han venido a llamar el Modelo Barcelona, una forma de hacer ciudad, exportable y replicable, entre cuyas principales características estaría una apuesta por el espacio público, la participación ciudadana, la proyección de la ciudad en el exterior, la conjugación de pequeñas intervenciones con otras de mayor importancia, la coherencia en las propuestas y proyectos, etc. Algunos autores han llamado a este conjunto de propuestas, más que modelo, una experiencia, lo que viene, en cierta medida, a subrayar su carácter claramente moral.

Junto a algunos compañeros, los antropólogos Giuseppe Aricó y Marco Luca Stanchieri, hemos intentado desmontar esta clasificación basada, principalmente, en criterios de intensidad de la transformación o en la capacidad de la institución municipal de representar una idea de ciudad, sustituyéndola la por una que hace hincapié en el carácter de clase. Según esta propuesta, el desarrollo último del urbanismo barcelonés no es más que el resultado de la lucha de clases inherente a cualquier ciudad bajo el capitalismo, es decir, la clara victoria, en este caso, de los representantes de las élites locales, esfera de la que Xavier Trias es un claro valedor.

Planteado así, los dos únicos momentos en los que más cerca se ha sido de instituir un cierto urbanismo cercano a las clases populares o se ha contestado el modelo clasista anterior, períodos 1979-1986 y 2015-2023, este último siendo generosos, se han debido, precisamente, a que el conflicto entre clases ha hecho oscilar la balanza hacia otras formas de entender la ciudad. El primer período, debido a la fuerza y la organización de las asociaciones de vecinos y vecinas, pero también de sindicatos y partidos políticos de izquierda, articulados y configurados durante la última etapa de la Dictadura, mientras que el segundo de los períodos aparecería como resultado de la contestación y movilización arraigada en el Movimiento 15M, cuestión que explica parte de sus peculiares características. Si los diferentes gobiernos municipales socialistas desde el 79, en diferentes coaliciones, dieron paso a la absorción y cierto desmantelamiento del contrapoder vecinal, imponiendo un modelo de claros tintes neoliberales, el paso de éstos al Ayuntamiento de Trias, es necesario recordar que con el apoyo del Partido Popular (PP), fue la última demostración de que era posible seguir haciendo las mismas políticas aunque bajo siglas diferentes, algo a lo que la llegada de Barcelona en comú al gobierno puso fin, dando paso a una administración progresista de la ciudad, subida sobre los movimientos sociales, aunque con claras limitaciones (entre las más destacables, el pacto con el PSC) y proyectos más que discutibles.

En definitiva, la vertebración del debate político en torno a las opciones Barcelona en comú y Xavier Trias se aparecería como una opción que podría polarizar al electorado entre dos opciones claras y dos formas distintas de entender la ciudad. O, lo que es lo mismo, entre los representantes de dos clases sociales distintas.

Referencias bibliográficas

Arico, G., Mansilla, J. i Stanchieri, M. L. (2016). La salvaguarda interrumpida del poder de clase. Una visión alternativa a la teoría de las etapas en el urbanismo barcelonés. En Arico, G., Mansilla, J. i Stanchieri, M. L. (eds.), Barrios corsarios. Memoria histórica, luchas urbanas y cambio social en los márgenes de la ciudad neoliberal. Barcelona: Pol·len Editorial.

Montaner, J. M. (2004). La evolución del modelo Barcelona, 1977-2004, en Borja, J.  i Muxí, Z. (eds.), Urbanismo en el siglo XXI. Una visión crítica. Barcelona: UPC.

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Antropología de Venezuela

Fuente: akal.com

Este artículo fue publicado originalmente en El Salto Diario el día 28/09/2020.

Antropología de Venezuela

A mitad de agosto, el diario El País publicaba su enésima noticia sobre Venezuela. Bajo el titulo Los castigos del Gobierno de Venezuela a los que se saltan las medidas de confinamiento, y acompañada de un vídeo, en la misma se hacía referencia a supuestos castigos corporales -sentadillas, gimnasia sueca, estancias bajo el sol, etc.- que el Ejército venezolano parece obligar a realizar a todas aquellas personas que se saltan las medidas impuestas por el Gobierno en su lucha contra la expansión del COVID19. El vídeo, en el que únicamente aparecía como voz autorizada, más allá de las declaraciones de algunos viandantes que aparentemente habrían sufrido tales penas, un Consejero de Salud del Presidente (E) Juan Guaidó (sic), venía acompañado de una música tipo thriller que introducía, mediante grandes letras sobrepuestas a la pantalla, titulares como los siguientes: «Venezuela ha militarizado su respuesta a la pandemia» o «Saltarse la semana de cuarentena también acarrea duros castigos en todo el país». Por su parte, el artículo, en una maniobra digna de ser estudiada en las Escuelas de Periodismo de todo el mundo, acababa por vincular este tipo de acciones con las denuncias de vulneraciones de los Derechos Humanos en el país realizadas por las conocidas ONGs antichavistas Acceso a la Justicia y Provea. En definitiva, todo un ejercicio de propaganda más que de periodismo.

En su canónica obra Antropología Estructural, Claude Levi-Strauss desarrolla el concepto de eficacia simbólica. En ella, en un intento de englobar el quehacer del psicoanálisis en las relaciones y procesos sociales, Levi-Strauss establece la diferencia entre subconsciente e inconsciente. El primero sería algo así como un repositorio de vocabulario, de imágenes y memorias deslavazadas e inconexas, mientras que el segundo impondría las leyes estructurales que permiten hacer encajar este vocabulario, traduciéndolo en un discurso y en un pensamiento. Siendo estas leyes los mecanismos fijos que contribuyen a dar sentido a la realidad, las diferentes piezas que constituyen el subconsciente pasarían a un segundo plano de importancia. De hecho, mediante el uso de determinados signos o símbolos, esta eficacia o función simbólica permitiría imponer y generar determinadas formas a cualquier tipo de contenido, independientemente de que los hechos a los que se refieran sean objetivos o no. Su función, tal y como señala el también antropólogo Manuel Delgado, no es determinar la realidad, sino construirla a base de hacer inteligibles y significativos fenómenos y elementos que aparentemente pueden aparecerse como contradictorios o confusos. Es así que la descripción que hacen de Venezuela los medios de comunicación convencionales permitiría presentarla simbólicamente como una otredad; un fenómeno que encarnaría todos los males que podrían generarse en un país que ha escogido un marco de desarrollo social y económico distinto al nuestro. Venezuela operaría simbólicamente construyendo un todo completo mediante la suma de elementos dispares y contrarios tales como el narcotráfico, la Dictadura, la ropa hortera, la infracción de los derechos humanos, la política populista, la Revolución, los castigos por saltarse el confinamiento y todo aquello que, teóricamente, nosotros no queremos ser.

El libro comienza con una declaración de sinceridad de su autora: «este libro no es un libro neutral ni lo pretende. Como dijo aquel, nadie es neutral en un tren en marcha». El volumen nace, de este modo, de su vocación, conocimiento y experiencia política como militante activa de la izquierda catalana y española, pero también Latinoamericana. No obstante, esta franqueza no tiene porqué restar ni un ápice de valor al libro. Muy al contrario, la confesión nos sitúa frente a la realidad en la que se mueven, desde hace años, las ciencias sociales. En la antropología, por ejemplo, investigadores tan reconocidos como Michael Herzfeld han respondido a todos aquellos que han criticado su compromiso político personal con sus objetos de estudio con argumentos en positivo, señalando que tal implicación, de hecho, le ha permitido en ocasiones acceder a un tipo, calidad y cantidad de información que, de otra manera, no habría podido obtener. El francés George Corominas, por su parte, confesaba, en las primeras páginas de Lo exótico es cotidiano, su intento por espantar la sombra de cualquier duda sobre el carácter científico de su obra mediante la exposición de las condiciones personales en las que ésta había sido llevada a cabo. Compromiso y rigurosidad, por tanto, no tienen por qué ser antagónicos.

El libro comienza con una aproximación histórica a la Venezuela contemporánea. La autora nos describe brevemente la realidad del país con anterioridad a la llegada al poder del Comandante Hugo Chávez en 1998 para construir, seguidamente, un relato que nos conduce hasta la actualidad, cuando Nicolás Maduro preside el país y, con el apoyo directo norteamericano e indirecto de la propia Unión Europea (UE) Juan Guaidó, antiguo máximo representante político de la Asamblea Nacional, se ha autoproclamado como Presidente interino, figura inexistente en la Constitución bolivariana. Los hechos son narrados con agilidad y sirven para introducir, de manera eficiente, el siguiente capítulo, el cual lleva por nombre Venezuela: esa extraña dictadura.

La presentación de Venezuela como un régimen político distinto a la democracia ordinaria de la que supuestamente disfrutamos en el Estado español y el resto de Occidente es el pan de cada día de la prensa, radio y televisión más comercial. Un ejemplo de ello ocurría mientras se estaba escribiendo el presente artículo. La organización de las elecciones a la Asamblea Nacional de Venezuela de 2020 es presentada como un momento en el que «el régimen diseña unos comicios controlados por el aparato chavista, y los partidos opositores se niegan a participar por falta de garantías«. Sin embargo, el mero hecho de que alguien que se autoproclama Presidente interino, Guaidó se siente en la mesa de negociación con un pretendido Gobierno autoritario para plantear las condiciones en las que organizar las elecciones, después de haber recorrido medio mundo en busca de apoyo e, incluso, lograr el reconocimiento de hasta 60 países, sin que ninguna institución venezolana del régimen lo haya impedido, sirve para poner de manifiesto la extraña definición de dictadura que es aplicada al país latinoamericano.

Los logros económicos y sociales de la Revolución Bolivariana constituyen el tema fundamental del siguiente capítulo. Todo un continuo de cifras, datos y referencias sirven para poner en pie la labor desarrollada por los Gobiernos de Chávez y Maduro tras su llegada al poder, así como para explicar el relativamente extraño funcionamiento del aparato administrativo venezolano; un entramado donde el papel del Ejército resulta llamativo a los ojos de un extraño y el funcionamiento de las Misiones parece mostrar una institucionalidad paralela en la aplicación de las políticas sociales. Arantxa Tirado nos ofrece en este apartado la oportunidad para exponer los motivos del protagonismo del Ejército en el control de la expansión de la pandemia, por ejemplo, algo que medios como El País han señalado como una de la características del régimen. Fue el sociólogo C. Wright Mills el que puso sobre la mesa el concepto imaginación sociológica. Para Mills ésta nos permite «pensar tomando distancia frente a las rutinas familiares de nuestras vidas cotidianas para poder verlas como si fueran algo nuevo». Tomando esto en consideración, no podemos evaluar la realidad de Venezuela con nuestros ojos europeos, sino que es necesario emplear nuestra imaginación sociológica o, como dicen los antropólogos, llevar a cabo un extrañamiento, y ponernos en el sitio de los y las venezolanas. Si se realiza este ejercicio correctamente, podríamos entender que el Ejército venezolano no tiene nada que ver con el español, poniendo por caso, y que, de hecho, su acción permitió, en 2007, que el 48% de la población total del país se beneficiara de las políticas sociales emprendidas. O que las alocuciones un tanto estrambóticas a nuestros ojos de Chávez y Maduro no están dirigidas a nuestro buen gusto europeo, sino al de la gran mayoría del pueblo venezolano, negro, mestizo, zambo, negro y pobre.

Sin duda, y muy de esperar dada la especialización de la autora en Relaciones Internacionales y Estudios Latinoamericanos, los capítulos que despiertan un mayor interés son aquellos dedicados a la política exterior venezolana, así como a las medidas desestabilizadoras emprendidas por aquellos países que parecen sentir amenazados sus intereses, comenzando por los Estados Unidos (EEUU). El uso prolífico de gran cantidad de material bibliográfico -revistas académicas, informes desclasificados del Gobierno norteamericano, etc.- muestra unos apartados ricos en detalles y líneas discursivas profusamente soportadas por datos. Entre otras, la aurora relata como el intento de construir un poder contra-hegemónico en aquello que EEUU siempre había considerado su patio trasero, obligó al Gobierno Bolivariano a un doble esfuerzo: mantener las medidas sociales altamente innovadoras en el interior y enfrentar, a la vez, un continuo ataque del país norteamericano y de sus aliados, algo que no ha tenido visos de cambio ni siquiera con la alternancia en la Administración norteamericana entre Republicanos, con G. W. Bush y Donald Trump a la cabeza o el progresista Barack Obama desde las filas demócratas.

El libro de Arantxa Tirado dedica sus dos últimos capítulos a relatar cómo, desde los medios de comunicación, las redes sociales, el famoseo, las ONGs, la Universidad y algunos partidos de izquierda se contribuyen a mostrar la imagen de Venezuela ante los ojos de la sociedad española, pero también mundial. Este impulso a Venezuela como operador simbólico actúa en una doble dirección. En primer lugar, se construye una realidad social de la República Bolivariana como país caótico, poco democrático, desabastecido y autoritario, ocultándonos los intereses materiales directos que los principales autores de dicha construcción tienen en el derrumbe de su actual Gobierno. Así, y continuando con el ejemplo del Grupo PRISA, editores de El País, es poco conocido que este entramado empresarial tiene intereses cruzados en el Grupo Cisneros, dueño del principal holding mediático de Venezuela, con la cadena Venevisión como bandera, o que estuvo directamente implicado en el intento de Golpe de Estado contra Chávez en el año 2002. En segundo lugar, se encuentran los intentos de vinculación de Podemos con el régimen venezolano en un intento por impedir, a toda cosa, la posible llegada de esta opción política al poder en España en un momento en que las encuestas parecían hacerlo posible. En este caso, no se trata tanto de intereses materiales directos, sino de una clara obstrucción política a través del uso de la elaboración de un imaginario desde los medios de comunicación afines que transmitiera la idea de que la futura España sufriría de las mismas maldades bajo Podemos que la Venezuela bolivariana. De nuevo, la eficiencia simbólica del país latinoamericano.

Llegados a este punto señalar que el libro de Arantxa Tirado no dejará indiferente a ningún lector. Desde luego, es fiel a la promesa de su subtítulo –Más allá de Mentiras y Mitos– acercándonos la realidad de un país del que todos hemos escuchado hablar pero pocos conocemos. Sin embargo, toda obra compleja adolece, también, de altibajos. En mi opinión estas se hallan, de manera fundamental, en los apartados dedicados a los logros del Gobierno Bolivariano desde sus inicios. Si las fuentes que apuntalan la actitud de la Administración norteamericana contra la Revolución venezolana provienen del mismo Gobierno norteamericano, lo que las hace más creíbles ya que describen su propia actuación, las que loan los logros de la República Bolivariana provienen, así mismo, de su aparato institucional, lo que puede llegar a sembrar la simiente de la duda en el lector en relación con la verosimilitud de los hechos relatados. Es verdad que existe un enorme problema en el acceso o la existencia de información sobre Venezuela, donde ni siquiera el propio Gobierno cuenta con fuentes fiables, y que confiar en los escasos datos del Gobierno venezolano es una oportunidad de escapar de todo eurocentrismo, pero quizás, en un libro como el que nos traemos entre manos, habría que aplicar la máxima romana de que «la mujer del César no solo debe ser honrada, sino parecerlo». Aun así, no por ello el libro pierde un ápice de su calidad, necesidad y oportunidad. Esperamos más libros como este.

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El coronavirus y el agua caliente

Hace unos días, una popular influencer lanzaba, mediante un vídeo en una conocida red social, supuestos consejos útiles para luchar contra la propagación del coronavirus. Entre otras admoniciones a sus millones de seguidores, la youtuber recomendaba «beber agua caliente, porque a una temperatura de 27 grados o superior, se supone que no vive este virus». La propuesta no tardó en ser refutada por numerosos usuarios con conocimientos médicos y farmacéuticos, no sin antes convertirla en uno de tantos memes virales que estos días circulan en relación con la pandemia. El vídeo fue prontamente retirado y la propia chica acabó reconociendo que lo más importante en estos casos era seguir los consejos de las autoridades sanitarias y que lo de «beber agua caliente» lo había recogido de un «bulo que va por Whatsapp».

Victorin Honoré Daumier – The Yorck Project (2002) 10.000 Meisterwerke der Malerei (DVD-ROM), distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH. ISBN3936122202.

El contexto en el que nos estamos moviendo es inédito. Asistimos perplejos a la difusión global de una enfermedad de la que hasta hace poco no habíamos escuchado hablar y a la reacción de unos representantes políticos superados por las circunstancias; el caldo de cultivo ideal para que rumores y chimes campen a sus anchas. Para la antropología, los rumores son, fundamentalmente, elementos de control social. Bajo el temor a la estigmatización y la significación, los diferentes miembros de las comunidades se comportaran de forma virtuosa, siguiendo, en todo momento, las reglas establecidas.

Los rumores no son más que un tipo concreto de información informal y privada sobre personas ausentes o eventos, como la expansión de una enfermedad, donde el elemento diferencial y característico está en que los hechos son inciertos, inseguros y parcialmente desconocidos. Se trata, además, de una información que, cuando es compartida por ciertos grupos de la comunidad, como aquellos que cuentan con un relativo estatus y capital simbólico, pueden llegar a constituir juicios morales acerca de estos mismos eventos y personas.

Por otro lado, los bulos también contribuyen al mantenimiento de la unidad, la armonía y la estabilidad social, poniendo bajo control aquellos grupos díscolos con el poder y reduciendo la polarización en torno a los liderazgos. Otras aproximaciones al papel social del rumor ponen el acento, no tanto en cuestiones estructurales, sino en el uso que de él hacen determinados actores con acceso privilegiado a la información y a los canales de comunicación, los cuales se aprovechan de las circunstancias para divulgar aquello que les parece y resulta conveniente, manteniendo lo demás oculto y señalando posibles culpables.

En el caso del coronavirus, un ejemplo de lo primero sería el rol desempeñado por la propia youtuber o las remisiones continuas por parte, también, de actores altamente significativos a la información suministrada por las autoridades sanitarias o determinados perfiles de alto nivel técnico que, en circunstancias como las presentes, adquieren cierto toque demiúrgico.

Mientras que en el segundo de los casos, nos enfrentaríamos a posibles manipulaciones políticas en torno a la presencia real de la enfermedad en nuestra sociedad o a sus efectos e impactos, muestra de lo cual serían las demandas patronales de bajada de impuestos o facilitación de despidos, o los intentos de determinados políticos, como Pablo Casado, de presentarse como auténticos hombres de Estado mientras desprestigia a rivales políticos en el Gobierno.

Para que un rumor prolifere es necesario que nos encontremos ante comunidades en que se dan relaciones sociales densas, como las urbanas, pero también, y fundamentalmente, ante sociedades altamente interconectadas mediante medios de comunicación de alcance global, dispositivos electrónicos o mecanismos como las redes sociales. De hecho, el bulo del «agua caliente», como señaló la propia influencer, provenía de una de las más conocidas y usadas, Whatsapp, aunque no debemos de olvidar el papel de la más tradicional televisión o, incluso, de la propia prensa escrita.

En pleno siglo XXI, nuestro sistema social es prácticamente global, con valores morales ciertamente homogéneos; un mundo interdependiente, social y económicamente, hiperconectado, que facilita la expansión de los rumores más allá de nuestras fronteras más inmediatas. Estas circunstancias nos deberían llevar a extremar nuestra alerta sobre los impactos y consecuencias de los mismos, pero sobre todo, a ser conscientes de cómo operan estos mecanismos, es decir, a conocer el papel de los rumores en la expansión del coronavirus y no tragarnos cualquier cosa, sea o no, «agua caliente».

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Byung-Chul Han o el Mr. Wonderful progre

Fuente: rtve.es

Este artículo fue publicado originalmente el día 18 de agosto de 2020 en El Salto Diario.

Byung-Chul Han o el Mr. Wonderful progre

Cada año, la víspera de Navidad a las 21 horas, al encender nuestros televisores nos encontramos el tradicional Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey. Las alocuciones del Rey suelen estar marcadas por la realidad del momento y, de hecho, el último de los mensajes emitidos el pasado diciembre venía lleno de referencias al temporal que había azotado el mismo mes la costa del Mediterráneo, así como a las inundaciones y otros efectos generados por el mismo, aunque también hubo tiempo para recordar la situación de las familias más vulnerables, la de las personas paradas, sobre la situación en Catalunya, la confianza en las instituciones, etcétera.

Pese a los últimos escándalos del rey emérito, y a su huida de España, con toda seguridad, este año volveremos a ver la cara del monarca en nuestras pantallas momentos antes de nuestras cenas navideñas. No podía ser menos, ya que se trata de uno más entre los diversos rituales que adornan el ejercicio de la política y el desempeño del poder a nivel global. En un sentido amplio, el Grup de Treball Etnografia dels Espais Públics (GTE-EP) considera como rito o actividad ritual aquel “acto o secuencia de actos simbólicos, altamente pautados, repetitivos en consonancia con diversas circunstancias, en relación con las cuales adquiere un cariz percibido como obligatorio y de la ejecución del cual se derivan consecuencias que total o parcialmente son también de orden simbólico”, características que los mensajes reales parecen cumplir.

La cotidianeidad también se encuentra plagada de rituales, incluso en este extraño 2020. Durante el pasado confinamiento, con la economía española en hibernación, nuestro ámbito relacional se vio severamente restringido. Muchos, los más afortunados, dejaron de acudir a su lugar de trabajo pudiendo desempeñar su labor desde casa. Cesaron los encuentros en los bares, los partidos de futbol dominicales, las visitas familiares, los eventos religiosos, las fiestas y celebraciones populares, las representaciones teatrales y las proyecciones de cine, entre otros.

Entre la diversidad de elementos comunes que presentan estas acciones podríamos señalar, precisamente, su marcado carácter ritual. El ser humano es una especie social. Su supervivencia material está basada, de manera fundamental, en su relación con los demás. Los rituales y símbolos permiten a la humanidad construir la realidad que le envuelve, cambiando y adaptando sus dinámicas sociales de manera dialéctica a la transformación del mundo. Bajo el confinamiento, los ritos no desaparecieron sino que se vieron, por así decirlo, reprogramados a diferente escala y con enormes cotas de desigualdad; pasamos de ocupar calles y equipamientos públicos y privados a celebrar nuestros rituales entre las cuatro paredes de nuestras casas y a esperar cada día las palabras de Fernando Simón.

Byung-Chul Han dedica su último libro, La desaparición de los rituales (Herder Editorial, 2020), a este tipo de acto tan específico de las sociedades humanas. Los rituales, que han sido uno de los ámbitos de estudio tradicionales de la antropología, se presentan aquí bajo la lupa de la filosofía en una aproximación ciertamente original. En su habitual estilo, Han nos ofrece una obra breve —120 páginas— donde realiza una enumeración de los vínculos que los rituales mantienen con diferentes esferas de la vida social. De este modo, la producción y el consumo bajo el neoliberalismo, verdadera bestia parda del filósofo coreano, se caracterizarían no por su enfoque hacía la satisfacción de necesidades reales, sino por su participación en una aceleración y expansión sin límite de la mercantilización de todos los aspectos de la vida humana.

Todo puede ser una mercancía, incluso nuestros sentimientos. Esta versión capitalista de la existencia no encajaría en los moldes de la construcción social del tiempo que suponen los rituales. Como señalara el historiador Franco Cardini en su obra Días Sagrados, en la Historia moderna, el mundo de los rituales y “el mundo de la producción han estado caminando al mismo paso, pero en sentido inverso, de tal modo que el primero ha ido reduciéndose de manera exactamente proporcional a la ampliación del segundo” evidenciando, de este modo, que el tiempo del trabajo, acotado, individual y extensivo, es incompatible con el de los rituales y la fiesta, libres, colectivos e intensivos.

Han dedica otro de sus capítulos al concepto de autenticidad, el cual es presentado como una motivación moral que, frecuentemente y en todo tipo de discursos, es confundido con la libertad. Esta autenticidad como libertad derivaría en narcicismo y autoexplotación. Actualmente, desde diversas opciones políticas, desde el PSOE hasta el PP pasando por Ciudadanos, se presenta el emprendimiento y la iniciativa privada económica e individual como la base fundamental de un mundo más libre y menos sujeto a las ataduras de la empresa clásica, con sus horarios, pero también con sus derechos. Este tipo de iniciativas estarían basadas en una cierta introspección psicológica alejada años luz de la necesidad de extroversión de los rituales. Los emprendedores no se sindican, pues reclamar ayuda a la colectividad es un símbolo de su fracaso. Además, los movimientos sociales en torno al trabajo, los clásicos sindicatos, son los protagonistas de uno de los mayores rituales de la Historia moderna: las manifestaciones y las huelgas, ajenas por completo al espíritu estético individual del emprendedor.

El neoliberalismo presenta la Historia como una línea continua, sin alteraciones, lo cual tampoco permite el cierre y la conclusión de las diferentes fases que pueden constituir una vida. Ni siquiera la muerte supone el fin ahora que podemos seguir vivos en internet y las redes sociales. Los funerales no son más que ritos de paso grupales donde el protagonista, en este caso, no sería tanto el finado como una comunidad que asumiría el fin del miembro de la misma de forma colectiva. La desaparición de estos umbrales, dice Han, conduce “al infierno de lo igual”, un mundo pobre de espacio y tiempo pero libre de barreras para la libre circulación y producción del capital.

La desacralización del mundo ha conllevado, además, una pérdida significativa de rituales. La disolución del papel de la religión organizada en las sociedades modernas ha venido acompañada de una preponderancia de la esfera del trabajo y la producción, ámbitos que, como ya se ha mencionado, individualizan y aíslan al ser humano, mientras que la fiesta, como esfera ritual por excelencia, los congrega y los une. La religión determina un tiempo sacro, un calendario marcado de fechas en rojo que rebosa formas ritualísticas y construye un tiempo alejado de la linealidad e igualdad de aquel dedicado a la producción. Navidad, Reyes, Semana Santa, Carnaval, la Virgen de Agosto, San Miguel, San Martín, Todos los Santos, etcétera, suponen hitos que, como señala Saint-Exúpery en su novela Ciudadela, “son en el tiempo lo que la morada es en el espacio”, pero que, a la vez, impiden la expansión de la mercantilización ilimitada de la vida.

El juego es otro de los ámbitos de la vida social que se caracterizaría por tener un marcado carácter ritual. El juego es derroche, es decir, como dicen desde el GTE-EP, “supone una energía y un tiempo que pueden parecer desmesurados respecto al resultado empírico obtenido” y, por tanto, destinan y desvían un tiempo y un esfuerzo que podrían ser acaparados por el sector productivo. Los juegos han de ser proscritos, o mercantilizados, para ser útiles al capital, pero, para ello, antes hay que higienizarlos, homogeneizarlos y empaquetarlos adecuadamente, de forma que puedan ser vendidos y consumidos. Es así que fiestas antaño feroces y salvajes han sido desposeídas de sus elementos fundamentales y, de este modo, ser aceptadas por un público cada vez más amplio. Y, cuando esto no ha sido posible, se han inventado otras: blancas, insípidas, neutras… muertas.

Los rituales nos abstraen como personas, nos desindividualizan. Han escoge muy bien el ejemplo de la ceremonia japonesa del té para exponer esta aproximación. Durante este rito, los participantes no piensan, solo actúan, son, siguiendo el marco estructuralista de Levi-Strauss, significantes que se relacionan entre ellos a través de la pura forma, del mero envoltorio. Esa abstracción, paradójicamente, excluye cualquier forma de individualismo, de psicologismo, dándose una interacción comunicativa sin comunicación verbal: una comunión sin palabras, un colectivo sin significados. Se necesita, eso sí, tiempo y silencio, ambos enemigos acérrimos del neoliberalismo, que necesita de la expresión rápida y continua —y donde redes sociales como Twitter serían un gran ejemplo— para generar ruido y beneficios. Cualquier cosa que merezca la pena necesita su tiempo.

La desaparición de los rituales, por tanto, centra su atención en el neoliberalismo como principal enemigo de estas acciones colectivas. Esta es la principal hipótesis de Han y, también, su principal debilidad. Han no es un científico social, es un filósofo, un pensador, y como filósofo y pensador realiza interesantes reflexiones sobre elementos clave de las sociedades humanas contemporáneas. Pero para realizar esto correctamente hay que tener claro los conceptos, además de mantener siempre una perspectiva histórica.

A lo largo del libro, Han no entra en ningún momento a definir lo que entiende por neoliberalismo; el gran disolvente de los rituales aparece así como un fantasma, como una fuerza invisible que el lector debe sobreentender como elemento presente que actúa fehacientemente y en cada momento sobre nuestra vida social. Y no le falta razón, el neoliberalismo ha alterado profundamente nuestra realidad, nuestra forma de relacionarnos los unos con los otros, pero esto también sucedió, hace dos siglos aproximadamente con la aparición del capitalismo o hace cinco con la Reforma Protestante. Es más, fue el proceso de urbanización intensiva generado por el capitalismo industrial el que, en Occidente, conllevó una disolución efectiva de las relaciones sociales primarias del mundo rural tradicional, lugar por excelencia de rituales, fiestas y celebraciones religiosas. Sin embargo, esto no comportó su eliminación o disolución, solo su transformación. El resultado fueron rituales de barrio, sindicales, políticos, deportivos, culturales, etcétera, que se articularon en torno a los factores constitutivos del nuevo modo de producción, el capitalismo, pero que no desaparecieron, más bien al contrario, mutaron y se diversificaron por doquier.

Tiene razón Han al decir que se ha producido una reformulación de los rituales a escala individual. El individualismo capitalista puede haber traído la necesidad del diseño de rituales ad hoc vinculados, en cantidad de ocasiones, a libros de autoayuda, guías hacía el éxito o compendios de recomendaciones para emprendedores, pero esta importante característica es despachada por Han en un pie de página del primer capítulo de su obra. Como si de una adición de última hora se tratase, de un comentario amigo, intenta aclarar que este tipo de ritual “no emana fuerza simbólica que orienta la vida hacia algo superior”. Pero, ¿cuáles son los rituales que orientan la vida hacía algo superior?, ¿hay rituales de primera y segunda clase? Es más, ¿cuál es ese orden superior? Tampoco entra Han a explicar este factor de suma importancia para su argumentación. Los rituales de los cuales lamenta su desaparición parecen emanar de una sociedad antigua, de un pasado dorado y glorioso perdido en el tiempo pero que, en ningún momento, queda definido por el filósofo. Esa cierta pasión por el ritual, que podría ser compartida, parece, así, adolecer de cierto conservadurismo.

El único momento en que Han parece aclarar a qué tipo de sociedad corresponden sus añorados rituales es cuando se refiere a la aldea de la obra de Péter Nádas Cuidadosa ubicación. Usando la imagen de un peral, el autor refiere la necesidad de silencio, de reflexión, de acuerdo comunitario, de ritual compartido. En la aldea se produce una “conciencia colectiva que engendra una comunidad sin comunicación” frente a la comunicación sin comunidad propia del neoliberalismo. Sin embargo, como muy bien señala unas páginas más adelante, “aquella aldea no es en realidad un lugar afable. De un colectivo arcaico no cabe esperar hospitalidad”. Así pues, si el ámbito por excelencia de los ritos de orden superior se torna hostil al extraño, ¿en qué medida son positivos los rituales que se practican en esos ámbitos?, ¿de qué habla Han, en definitiva, cuando se refiere a la desaparición de los rituales?, ¿hemos de lamentarnos?, ¿cuál es su alternativa?

Conforme nos acercamos a los últimos capítulos, con la excepción del dedicado al Final de la Historia, que se encuentra antes y donde realiza una crítica velada, y errónea, al concepto de trabajo de Marx, el hilo conductor de los procesos rituales se esfuma. Las páginas finales realizan interesantes y acertadas reflexiones sobre el papel de la tecnología —los drones— en las formas asépticas de la guerra en el siglo XXI, la desaparición del espíritu de la Ilustración en la era del Big Data o la sustitución de la seducción por la pornografía, que, no obstante no parecen tener relación directa con la desaparición de los rituales, lo cual genera una cierta confusión en el lector.

En su particular estilo de frases cortas y aceradas, las cuales parecen pensadas más para ser rotuladas en camisetas o en tazas de café como si de un Mr. Wonderful progre se tratara, Byung-Chul Han realiza un esfuerzo enorme por analizar, desde la filosofía, el papel de los rituales en la sociedad Occidental actual. Sin embargo, una sensación de prisa o de falta de profundidad y presentación de importantes conceptos parecen no acabar por presentarla de forma adecuada. Si Han persigue con sus últimos libros acercar la filosofía al común del público, más le valdría, como él mismo señala en esta obra, tomarse su tiempo, si no podría pasar a la posteridad como un representante de esa filosofía progre tan del gusto de los lectores de El País: la de un filósofo coreano que escribe en alemán y que es un poco rojo, pero sin molestar a nadie.

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Carta de Manuel Valls a los Barceloneses

Fuente: metropolisabierta.com

Este artículo fue publicado previamente en el Diario Público el día 30/01/2019. También en catalán en Diari Públic.

Carta de Manuel Valls a los Barceloneses

El Nuevo Testamento recoge, entre sus páginas, la denominada Carta de San Pablo a los Efesios. En ella, Pablo de Tarso recuerda a los fieles asiáticos el plan de Dios, esto es, el nacimiento de Cristo y la constitución de la Iglesia, exhortando a los creyentes a observar ese plan diariamente. Su primera frase dice tal que así: “Ustedes estaban muertos a causa de las faltas y pecados que cometían, cuando vivían conforme al criterio de este mundo, según el Príncipe que domina en el espacio, el mismo Espíritu que sigue actuando en aquellos que se rebelan”.

Pues bien, el pasado lunes día 28 de enero, el candidato a Alcalde de Barcelona, Manuel Valls, publicó la segunda de sus cartas a los barceloneses. En ella, el político franco-catalán, señalaba que “Barcelona tiene que escoger entre su vocación de gran capital europea y la tentación de un proyecto nacionalista radical que la alejaría durante mucho tiempo de las posiciones de referencia a España, Europa y el mundo”. Es decir, Valls, siguiendo a Pablo, conmina a los vecinos y vecinas de Barcelona a vivir según también un plan, un camino, que parece que se ha olvidado y donde Barcelona es una ciudad abierta, inclusiva, orgullosa, creativa, de oportunidades, es decir, una ciudad Modelo, la del Modelo Barcelona.

Porque de eso se trata, para Valls, el mayor error cometido por la ciudad ha sido abandonar la ruta trazada por los ayuntamientos de los años 80 y 90, la Barcelona de las Olimpiadas, del espacio público, de los barrios con Premios FAD, aquella que recuperó a Gaudí como referencia indiscutible de la arquitectura moderna y llenó sus calles de grandes íconos urbanos reconocibles globalmente: la Torre Agbar, el Puente de Bac de Roda de Calatrava, el Edificio Fòrum de Herzog y De Meuron, la Torre de Collserolla de Norman Foster, etc. Lo que olvida el candidato es que esa misma ciudad es la que vio desaparecer barrios enteros, sufrió –también y marcadamente- el problema de la droga y la delincuencia, sentó las bases para que se produjera una escalada sin precedentes en los precios de la vivienda, uniformizó y, por tanto, empobreció, zonas comerciales completas, contribuyó a la aparición de nuevos guetos, como el de la Vila Olímpica, de clase media, y dejó una deuda enorme para las arcas municipales, entre otras cosas.

Sin embargo, sí que parece haber una novedad en la visión de Valls para Barcelona. Algo que los anteriores gobiernos socialistas y conservadores no enarbolaron como bandera: la cuestión de la seguridad. Porque Valls, en esta segunda carta, vuelve a calificar a la ciudad como un sitio inseguro, casi peligroso, mezclando, en esta ocasión, actividades vinculadas a la delincuencia con legítimas manifestaciones de descontento popular que pudieran producirse como consecuencia de decisiones o actos políticos.

En definitiva, en su Carta a los Barceloneses, Valls nos exhorta a salvar Barcelona y, para no abandonar el tono bíblico, salvarla de las manos de una mujer, personificada, en este caso, en Ada Colau, que, como es bien conocido, para parte del Cristianismo es la encarnación de todo mal.

A la espera de la tercera carta.

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Muerte y vida de los grandes países europeos sin migrantes

Fuente: eldiario.es

Este artículo fue publicado originalmente en El Salto Diario el pasado día 02/03/2019. También en catalán en La Directa.

Muerte y vida de los grandes países europeos sin migrantes

En opinión de Lant Pritchett, economista, profesor en Harvard (USA) y antiguo directivo del Banco Mundial, “Europa necesita más de 200 millones de inmigrantes en los próximos 30 años”, para que la economía del continente sea viable, medida que ayudaría a paliar lo que se está empezando a describir como el suicidio demográfico de la Unión Europea. Y es que en el viejo continente, la tasa de natalidad disminuye y las personas en edad avanzada y sin capacidad productiva, aumentan. De este modo, ¿quién pagará las pensiones de los ancianos del futuro?

A este contexto, se suman los distópicos agravantes de, por un lado,  una economía cada vez más robotizada y con menos necesidad de mano de obra, y por otro, unas fronteras rígidas, tecnologizadas e infranqueables que alejan a los migrantes, cuya juventud y fertilidad serían una posible solución al envejecimiento y muerte de Europa. Sin embargo, la solución de Pritchett no deja de ser problemática y provocadora: dar permisos de trabajo masivos a inmigrantes, pero desvinculando esos permisos de la concesión de la ciudadanía. Es decir, migrantes que vendrían a trabajar, pero se les tendría prohibido echar raíces y después de un tiempo, deberán volver a casa. Justo como ocurre en algunas monarquías petroleras de medio oriente, donde hay una gran cantidad de trabajadores temporales que no cuentan con derechos.

La propuesta de Pritchett, aunque crítica con la propuesta de la ultraderecha de reforzar las fronteras, es una propuesta ultra-liberal, dictada desde centros económicos globales como el Banco Mundial, donde se desvincula el trabajo de los procesos de acumulación capitalista. Como bien señalara Gramsci “las relaciones internacionales se entremezclan con las relaciones internas de los Estados-Nación”, y de esta misma manera, lo que Lenin dijo acerca del Imperialismo como “la última fase del capitalismo”, sigue siendo vigente, y estrechamente relacionado con el fenómeno de la migración.

Siguiendo a David Harvey, un Estado-Nación determinado, pensemos en el rol global que tiene actualmente Estados Unidos, por ejemplo, exporta los peores elementos de la explotación capitalista, primeramente ensayados en sus propias fronteras con su propia clase trabajadora: facilita la exportación de capitales, obtiene materias primas a bajísimo costo, amplía y conserva los mercados y mantiene un ejército industrial de reserva (masas de desempleados dispuestos a trabajar a cualquier coste) compuesto de trabajadores migrantes.

La migración de trabajadores de los países subordinados a las metrópolis globales es un claro ejemplo de formula win-win para las burguesías nacionales. Por un lado, los migrantes, sobre todo cuando son ilegales, ayudan a abaratar la mano de obra de los países capitalistas, minando los derechos laborales conseguidos por las luchas obreras de los trabajadores occidentales, pero también estos mismos trabajadores migrantes, con o sin papeles, son usados como chivos expiatorios cuando se suceden algunas de las crisis endémicas e inevitables que produce el propio sistema capitalista.

De esta manera, cuando la cosa falla (y el capitalismo contiene en su interior la semilla de las crisis), siempre se le puede echar la culpa a los migrantes. El Estado-Nación consigue comprar la fidelidad de los elementos de clase trabajadora dentro de sus fronteras a expensas de los trabajadores de los países dependientes (los que en otro tiempo se llamaban en vías de desarrollo), al mismo tiempo que obtiene apoyo ideológico al propagar las ideas de orgullo nacional, Imperio, chovinismo y racismo.

En pocas palabras, las burguesías nacionales empobrecen a sus propias clases trabajadoras y, cuando estos han obtenido ciertos derechos, favorecen la migración para abaratar los costes del trabajo y explotar mejor tanto a trabajadores nacionales como de fuera. Si la cosa va mal, siempre tendrán la coartada ideológica de agitar el nacionalismo y culpar a los de fuera salvaguardando un sistema que les beneficia a ellos y solamente a ellos. La fórmula perfecta.

En un texto publicado el pasado domingo 24 de febrero en El Periodico de Catalunya, el autor descubría que ¡oh sorpresa!, los manteros son musulmanes. La derecha nunca se ha caracterizado por su carácter intelectual, pero, en esta ocasión, se han superado a sí misma. Dejando la ironía al lado, el mencionado artículo vertía diatribas anti-islámicas y xenófobas  señalando la existencia de un determinado grupo islámico que controlaría -desde las sombras- la voluntad de los vendedores ambulantes. Podríamos usar, para calificar el texto, la palabra panfleto, libelo, o simple fake news. O, incluso, como señalan los compañeros de El Salto, un intento naif de conseguir audiencia fácil en la era del clickbait. El medio confunde una cofradía, es decir, un grupo de fieles religiosos, con una organización criminal, por el simple hecho de ser musulmanes. Se trata de algo tan delirante como confundir a la Hermandad y Cofradía de la Virgen Macarena con el Ku Klux Klan, y no tanto por las túnicas y los capirotes, sino por el simple hecho de ser grupos de personas organizadas alrededor de una fe religiosa.

Una de las características de la última fase del capitalismo neoliberal es la preeminencia que se da a la circulación por sobre la quietud. Discurso que devela su carácter ideológico cuando se contrapone con una geopolítica fundamentada en la sistemática presencia de barreras físicas o burocráticas organizadas como fortalezas alrededor de ciertos territorios. Para el escritor nigeriano Fidelis Balogun, los Planes de Ajuste Estructural introducidos a mediados y finales de la década de los ‘80 por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han tenido consecuencias comparables con un desastre natural y así “para devolver la vida de una economía moribunda había que exprimir bien los jugos de los ciudadanos con menos recursos”.

En el África Subsahariana, el saldo de los ajustes estructurales no pudo ser más dramático en un medio rural tradicional que perdió todas las batallas frente a la agricultura automatizada y subsidiada del Norte, expulsando millones de personas hacia núcleos urbanos que funcionan bajo una lógica paradójica, en la que el incremento de la población urbana solo hace decrecer la capacidad productiva. A finales de los años noventa, en las ciudades de países como Senegal, Costa de Marfil, Tanzania o Gabón, con economías que se retraían anualmente entre un 2 y un 5 %,, se da un sorprendente crecimiento demográfico urbano de entre 5 y 8 %, obteniendo como resultado una población urbana desempleada en áreas hiperdegradadas.

En el caso específico de Senegal, de donde provienen la mayoría de los manteros que trabajan por las calles de Barcelona, esta situación sigue siendo crítica. Una institución como el Fondo Monetario Internacional genera las condiciones para expulsar a los africanos de sus países, mientras otro Frankenstein supranacional -la Unión Europea- les cierra las puertas. Ambos fenómenos ocurren casi de manera simultánea. La entrada en vigor del Tratado de la Unión Europea, firmado por España el año ’91 y ratificado el ’93, así como el acuerdo para la creación del Espacio Schengen en marzo de 1995, son fechas que marcan un antes y un después en el control territorial español de sus fronteras. Algunas de las recientes acciones anti-migratorias han sido producto de la propia iniciativa española, mientras otras han sido claramente impuestas por la Unión Europea. Sin embargo, como dijera el antropólogo francés Marc Augé “una frontera es una barrera y un paso” por lo que, a pesar de la Europa-Fortaleza, España ha pasado de tener una población africana relativamente mínima (8.529 residentes en 1985) a multiplicarse por mil (82.601 en 1994). Para los senegaleses, a principios de los 2000, España se transformó en un destino migratorio comparable a Alemania, el Reino Unido o Francia .

En su mayoría de etnia wolof, los manteros, auto-denominados Móodu-Móodu, comparten un elemento común de espiritualidad y devoción por ciertas figuras vinculadas a la rama senegambiesa del Islam, la cual se caracteriza por la mística sufí y, al igual que otras ramas del sufismo, comparten el pacifismo y la ideología de la no confrontación. Algunos son miembros de la Tariqa Tijaniyya y seguidores del profeta Sufí Ibrahim Niass, también conocido como Baye Niass (Padre Niass). Otros, por el contrario, son seguidores de Ahmadou Bamba, también conocido como Cheik Ahmadou, fundador de los muridiyya, predicador musulmán y anticolonial de finales del siglo XIX y principios del XX. De gran influencia entre la comunidad migrante de Senegal, a Ahmadou Bamba lo describen como un asilo para aquellos que no tienen refugio, por lo que los sujetos transfronterizos se sienten identificados con él.

Los lazos tejidos por la espiritualidad Móodu-Móodu se materializan en redes de apoyo recíprocas. Si en una dirección los manteros se sienten responsables de apoyar a sus familiares en Senegal, como en el caso de la fiesta del cordero, los migrantes senegaleses de mayor experiencia en España se sienten responsables de acoger a los recién llegados. Justo lo mismo que ocurrió en Catalunya hace décadas con la emigración andaluza, extremeña, etc. y por eso los pueblos y ciudades del área metropolitana de Barcelona, por ejemplo, acogen antiguos vecinos y vecinas de los mismos lugares de origen. Para los manteros, esto es especialmente relevante y así los “dajar” (recién llegados) son acogidos por los diatugui (los padrinos), que dan alojo a los dajar de forma gratuita hasta que los nuevos migrantes hayan conseguido trabajo; conseguir trabajo, sin contar con papeles es una tarea titánica sino imposible y es ahí en esta disyuntiva que la venta ambulante se vuelve una dura alternativa, pero la gran mayoría espera que sea temporal, algo que solo es soportable debido a las redes de apoyo y solidaridad mantera y en el contexto de la pertenencia a una comunidad espiritual sufí.

Atados a dos mundos, la experiencia de la frontera para los manteros es un desgarro. Esto es independiente de la raza o color de la piel. Igual de desgarrados se sintieron los refugiados republicanos españoles, muchos de ellos niños y niñas, que llegaron a México por la persecución franquista. La experiencia de frontera del mantero no termina al atravesar los límites del Estado-Nación en su calidad de inmigrante sin papeles, sino que se reproduce continuamente en la ciudad, dando como resultado una experiencia de ubicuidad fronteriza a la que el mantero tiene que enfrentarse cada vez que realiza alguna incursión. Los manteros se encuentran continuamente saltando la valla que los separa de la muerte y la vida en unos grandes países europeos que parecen no querer a los migrantes.

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Aprofitant l’avinentesa

Fuente: Shawnleishman (Licencia Creative Commons)

Este artículo fue publicado originalmente en Alba Sud el pasado día 29/01/2018

Aprofitant l’avinentesa

Los datos de ocupación hotelera de Barcelona se resentieron el último trimestre del año pasado. La Patronal del sector, el Gremi d’Hotels de Barcelona, señala para ello dos razones fundamentales: por un lado, una cierta turismofobia por parte de los y las vecinas de Barcelona y, por otro, la inseguridad proyectada por las últimas acciones y decisiones políticas del Parlament de Catalunya en torno al procés independentista.

No niego que las razones sean esas. Es más, seguro que mostrar al mundo entero gente apaleada por la Policía Nacional en la puerta de colegios dispuestos como electorales no es la mejor publicidad para la perla del mediterráneo. Como tampoco los desperfectos ocasionados, por algunas organizaciones juveniles de la izquierda radical, a autobuses que habitualmente realizan recorridos turísticos por la ciudad. Nada más alejado de la realidad que, desde hace tiempo, proyecta Barcelona globalmente: su cosmopolitanismo, color, patrimonio, arquitectura o gusto por el diseño.

Desde el Gremi han aprovechado la coyuntura, l’avinentesa en catalán, para reclamar, de nuevo, cambios en la política turística municipal. Más gasto en promoción, la eliminación de las restrucciones impuestas por el Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (PEUAT), instrumento regulador que nunca les gustó, reposicionar la Marca Barcelona, etc.

En concreto, en lo relacionado con el turismo de congresos, tal y como recogían unas declaraciones de Joan Clos -a la sazón predidente del Gremi- a un popular diario, parece ser que en la pasada Feria de Turismo FITUR se comentaba que «Barcelona es una ciudad donde [los organizadores de eventos] hoy no quieren ir», de forma que «está excluida para los operadores» a la hora de ofrecerla para Ferias y Congresos.

Los datos, no obstante, parecen apuntar que el descenso en la apetencia de los turoperadores por Barcelona no es nueva. Así, el International Congress and Convention Association, principal asociación mundial de turismo de reuniones, o turismo MICE, señala que, en el periodo comprendido entre los años 2014-2016, Barcelona se mantuvo como tercera ciudad en el ranking europeo de celebración de congresos, aunque con una leve bajada del 0,55% en el número de eventos acogidos. Otras ciudes, como Dublín o Lisboa, registraron, por su parte, importantes subidas: el 42,17 y el 26,61% respectivamente. Mucho peor sale parada Barcelona, sin embargo, en lo relativo al número de visitantes, 28 mil participantes menos, un significativo 21,79% para el mismo periodo considerado. Las más beneficiadas son Roma, con más de 36 mil participantes, un incremento del 114%, Conpenhague, con un 72,65%, Dublín, con el 66,28% o Viena, con un 46,38%.

Si ampliamos el enfoque a nivel estatal, la tendencia no solo se mantiene, sino que se acentúa. En 2016, España acogió 39 eventos menos que solo dos años antes y, en cuanto al número de visitantes, éste se redujo un 24,67%, un total de 71 mil asistentes menos. Los mayores avances europeos se produjeron en Dinamarca, con un incremento del 71%, y en Austra, con un 38,08%.

Durante los años 2014 y 2016 no hubo registradas, al menos no con tanta relevancia mediática, acciones turismofóbicas. Es más, posiblemente, todavía no estuviera popularizada tal expresión. Y en cuanto al procés catalán, Puigdemont, el malo de la película en cuestiones independentistas, fue investido en enero de 2016, con lo que al recien elegido President no le había dado mucho tiempo de desesgurizar nada.

La explicación a la bajada de la relevancia de Barcelona en temas turísticos, y en concreto de Ferias y Congresos, habría que buscarla, quizás, en otra parte: el hecho de que la ciudad no podía seguir creciendo continuamente, aunque queda claro que hay más de uno que así lo desee; la aparición de otros destinos menos maduros, más baratos, igual de seguros y atractivos, que compiten internacionalmente con la capital catalana en la atracción de turistas y eventos, etc.

Desde el Gremi, sin embargo, han preferido ignorar estos datos para, aprofitant l’avinentesa, intentar cambiar la acción política de la ciudad y, de este modo, mirar por sus propios intereses. No queda más remedio que desearles suerte.

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Cuando lo que quema es la crema solar. Turismo y reformas urbanas en un barrio de Barcelona

Fuente: laflordemaig.cat

Este artículo fue publicado en La Voz de la Chimba en junio 2017.

Cuando lo que quema es la crema solar. Turismo y reformas urbanas en un barrio de Barcelona

Sin duda, las ciudades se encuentran entre los protagonistas principales de la gran comedia –o drama, depende de quién lo afirme- que está suponiendo la extensión de las políticas neoliberales a lo largo y ancho del globo. Ahora bien, como no podía ser de otra manera cuando de una obra de estas características se trata, y recordando La Rebelión en la Granja de George Orwell, si bien es verdad que, en general, las ciudades están siendo las protagonistas, también lo es que algunas son más protagonistas que otras. Este sería el caso de Barcelona.

La capital de Catalunya comenzó su trasiego desde una estructura productiva de carácter fordista, más rígida, a otra flexible y con preminencia del sector servicios, a mediados de la década de los 60 del pasado siglo XX. La apuesta de la entonces administración municipal Franquista por situar a la ciudad como referente del turismo de ferias y congresos, o por reformar amplias zonas de la ciudad mediante acciones de tabla rasa -como el Plan de la Ribera en el barrio del Poblenou, con el objetivo de que éste abandonara su condición tradicional como enclave industrial para dar paso a la creación de una nueva Copabacana barcelonesa-, serían algunos ejemplos de ello.

El fin de la Dictadura, la situación económica de crisis global de la década de los 70, la resistencia vecinal, así como la posterior Transición democrática que se llevó a cabo en el Estado español, impidieron que, en un principio, algunos de estos despropósitos se llevaran a cabo. Continuando con el ejemplo del Poblenou, protagonista del presente texto, el señero Manchester catalán inicialmente no dejó atrás su pasado de chimeneas y sirenas para adentrarse, como el mencionado barrio carioca, en un paisaje de playas, turistas y nuevos comercios. Sin embargo, esto no impidió que, un par de décadas después, al vaivén y el sopor del oleaje de la celebración de esa romería laica, según palabras de Manuel Vázquez Montalbán, que fueron los Juegos Olímpicos del 92, y tal y como posteriormente reconocidos autores han señalado –baste citar al geógrafo Horacio Capel o al antropólogo Manuel Delgado-, el sueño húmedo de los gerifaltes franquistas se viera, aunque parcialmente, cumplido en forma de Vila Olímpica.

Ahora bien, esta fue la primera y no la última de las grandes transformaciones que vivió el Poblenou. Así, el mismo año en que se celebraron los Juegos dieron comienzo las obras de lo que, más tarde, ha sido conocido como el barrio del Front Maritim i Diagonal Mar, y que, entonces, recibió el eufemístico nombre de Segunda Vila Olímpica. Más de veinte hectáreas que acogieron 1.723 viviendas de las cuales menos de la mitad fueron a precio tasado -aun estando parcialmente sobre terrenos públicos-, de forma que el proceso de cambio socio-espacial que había comenzado con la primera Vila dio otro paso hacía una situación, la actual, donde ambos barrios se encuentran situados en los más altos en el ranking de renta de la ciudad. Aun así, todavía quedarían un par de hitos más.

El primero de ellos con forma, de nuevo, de mega-evento, la celebración en 2004 del Fòrum Universal de les Cultures. Este magno acontecimiento permitió continuar el avance de Barcelona como ciudad revanchista hacia la desembocadura del Besòs, en los límites de su frontera administrativa. Para los geógrafos María Dolores García-Ramón y Albet Albet éste fue el fin, además, de la denominada Experiencia o Modelo Barcelona rompiendo, entre otras cuestiones, la continuidad espacial y creando guetos socialmente homogéneos de clase media-alta. El segundo de los hitos fue el diseño del Districte 22@ en 116 has. de suelo industrial. El Plan 22@ fue una modificación del Plan General Metropolitano del año 1976 llevada a cabo por el Ayuntamiento de la ciudad mediante el cual se pretendía enfrentar el reto de la nueva economía proponiendo al Poblenou como “la principal plataforma económica y tecnológica de Barcelona, Cataluña y España, en la perspectiva del Siglo XXI”, según palabras de la propia institución municipal. Entre otras cosas, el 22@ perseguía el reconocimiento de 4.614 viviendas preexistentes, además de la creación de 4.000 nuevas en régimen de protección oficial; un aumento de las zonas verdes en 145 mil m2; nuevos equipamientos; la preservación de 114 elementos del patrimonio industrial de la zona y una inversión de 180 millones de euros. Sin embargo, más de 15 años después, solo se habían creado 1.600 viviendas de protección oficial; se habían urbanizado poco más de 40 mil m2 de zonas verdes; se había construido menos del 10% de los equipamientos previstos y el 50,6’% del suelo estaba pendiente de tener completada su transformación. El paradigma de la nueva economía no ha tenido presencia, finalmente, ni en el Poblenou, ni en la ciudad de Barcelona. Como demuestran los datos disponibles, para el año 2015, solo el 30% de las empresas instaladas en el 22@ se encontraban bajo el paraguas de las nuevas tecnologías, siendo el 52,7% empresas ya existentes que se trasladaban al nuevo Distrito, mientras que casi el 70% lo copaban hoteles y compañías vinculadas a los seguros, los servicios financieros y el marketing. Esta es la situación a la que llega el Poblenou en 2017 y a partir de la cual se desarrollan las acciones de plataformas vecinales como #EnsPlantem, Veïns en Perill d’Extinció.

Hoy día, la imagen del barrio es la siguiente: además de la presión ejercida por la construcción de un fallido parque tecnológico que, aunque con limitaciones, ha conseguido atraer parte de las empresas de la nueva economía, con sus consiguientes clases creativas, que se propuso en un inicio; dos barrios colindantes de nueva creación con altos niveles de renta y, por último, 32 hoteles con más de 12 mil camas, más la construcción prevista de 8 más y unos mil pisos turísticos, teniendo en cuenta la oferta regular, así como la irregular de plataformas web de alquiler de viviendas privadas para uso turístico.

El diagnóstico realizado por #EnsPlantem sobre la situación del barrio se basa en tres pilares principales: un fuerte incremento del precio de la vivienda, de alquiler y compra; evidentes transformaciones del paisaje urbano debido a las demandas de los nuevos residentes y, por último, la llegada de determinadas concepciones en torno a la forma de consumir el espacio alejadas de las más tradicionales por parte de los vecinos y vecinas, algo que ha llevado a que los espacios de socialización tradicional del barrio, como la Rambla del Poblenou, se encuentren saturados de mesas y sillas de bares y restaurantes.

Entre los triunfos iniciales de la plataforma se podría considerar el hecho de que la presión popular ejercida ha logrado que, en la nueva herramienta municipal de gestión de la oferta turística, el Pla Especial Urbanístic d’Allotjaments Turístics (PEUAT), se recogiese al barrio dentro de aquellas áreas llamadas a decrecer y donde, en un futuro, cualquier licencia de actividad económica dada de baja, no podrá ver su lugar ocupada por otra. Sin embargo, los envites continúan y, además de las acciones dirigidas a la conversión final del barrio en una mera mercancía turística, deberán articularse otras que sitúen el foco en la ciudad como un todo –el control del precio de los alquileres, la desmercantilización del espacio urbano, el freno a las campañas de atracción de visitantes financiadas con dinero público, etc.- que no sitúen, de manera simple, el problema únicamente en el fenómeno turístico.

Solo así será posible que Poblenou no sea un barrio quemado por la crema solar.

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