La candidatura de Xavier Trias: explicando Barcelona en clave de clase

Texto publicado originalmente en catalán en La Realitat (03/02/2023).

Sin duda, es posible afirmar que la reciente candidatura de Xavier Trias a la alcaldía de Barcelona, al menos en cuanto a la esfera de la política municipal, es una de las noticias más destacables de los últimos tiempos. La entrada de Trias en la carrera electoral podría suponer, entre otras cosas, una reconfiguración de la estrategia política del resto de contendientes, ya que se intuye un cierto intento por situar el eje del debate en torno a la elección entre dos formas distintas de entender la ciudad: la actual, de Barcelona en comú, con una trayectoria de dos legislaturas centradas, a nivel urbano, en la pacificación de parte del entramado urbano, el intento de control, con resultados desiguales, de las dinámicas de turistificación o el volumen de las inversiones en carriles bici y tranvía, frente a la apuesta de Trias, un alcalde recordado -gobernó Barcelona entre los años 2011 y 2015- por su carácter business friendly, su apuesta por la Smart City y la conversión definitiva de Barcelona en un destino turístico internacional. Esta contraposición entre dos formas distintas de entender la ciudad, por otra parte, podría ser interesante a la hora de explicar las transformaciones ocurridas en Barcelona en clave de clase.

Existe cierto consenso entre los estudiosos del urbanismo local de las últimas décadas a la hora de establecer una cierta clasificación por fases por las que éste habría pasado. La teoría más exitosa es la denominada de las Etapas, impulsada principalmente por gente como J. Maria Montaner. Según esta propuesta, la transformación de Barcelona desde el 79 obedecería a cuatro momentos diferentes: Un primer momento, desde las primeras elecciones municipales hasta la elección de la capital catalana como sede olímpica en el 86, caracterizado por el empuje y el poder de las asociaciones de vecinos, la creación de espacios públicos, las intervenciones de tamaño pequeño pero alto significado (plazas, jardines, parques, etc.) y la puesta en marcha de equipamientos sociales y culturales de los que la ciudad tenía una gran necesidad; una segunda etapa, que llegaría hasta el 93, donde se construyen todos los dispositivos, infraestructuras y dotaciones necesarias para la celebración de los Juegos Olímpicos (JJOO) (apertura en el mar de la ciudad, Rondas, Villa Olímpica, etc.); una tercera fase, vivida en momentos de crisis internacional, donde el empeño urbanístico se detiene, las deudas impiden ir más allá y se opta por cerrar proyectos ya iniciados y, finalmente, una cuarta etapa, de puro urbanismo neoliberal, puesta en marcha durante los años de Joan Clos y Jordi Hereu en la alcaldía de la ciudad, donde se rompe con la inercia anterior, se deja de proyectar una idea única y un proyecto de ciudad, y donde se opta por intervenciones desconectadas entre ellas, la ruptura de su densa trama característica (Plan 22@, Fórum de las Culturas, Diagonal Mar) o la proyección de Barcelona como marca, lo que podría llamarse cierto urbanismo posmoderno, y que duraría prácticamente hasta el año 2015 Las dos primeras fases serían las que, gente como Jordi Borja, pero también Oriol Bohigas y otros responsables de la política municipal, han venido a llamar el Modelo Barcelona, una forma de hacer ciudad, exportable y replicable, entre cuyas principales características estaría una apuesta por el espacio público, la participación ciudadana, la proyección de la ciudad en el exterior, la conjugación de pequeñas intervenciones con otras de mayor importancia, la coherencia en las propuestas y proyectos, etc. Algunos autores han llamado a este conjunto de propuestas, más que modelo, una experiencia, lo que viene, en cierta medida, a subrayar su carácter claramente moral.

Junto a algunos compañeros, los antropólogos Giuseppe Aricó y Marco Luca Stanchieri, hemos intentado desmontar esta clasificación basada, principalmente, en criterios de intensidad de la transformación o en la capacidad de la institución municipal de representar una idea de ciudad, sustituyéndola la por una que hace hincapié en el carácter de clase. Según esta propuesta, el desarrollo último del urbanismo barcelonés no es más que el resultado de la lucha de clases inherente a cualquier ciudad bajo el capitalismo, es decir, la clara victoria, en este caso, de los representantes de las élites locales, esfera de la que Xavier Trias es un claro valedor.

Planteado así, los dos únicos momentos en los que más cerca se ha sido de instituir un cierto urbanismo cercano a las clases populares o se ha contestado el modelo clasista anterior, períodos 1979-1986 y 2015-2023, este último siendo generosos, se han debido, precisamente, a que el conflicto entre clases ha hecho oscilar la balanza hacia otras formas de entender la ciudad. El primer período, debido a la fuerza y la organización de las asociaciones de vecinos y vecinas, pero también de sindicatos y partidos políticos de izquierda, articulados y configurados durante la última etapa de la Dictadura, mientras que el segundo de los períodos aparecería como resultado de la contestación y movilización arraigada en el Movimiento 15M, cuestión que explica parte de sus peculiares características. Si los diferentes gobiernos municipales socialistas desde el 79, en diferentes coaliciones, dieron paso a la absorción y cierto desmantelamiento del contrapoder vecinal, imponiendo un modelo de claros tintes neoliberales, el paso de éstos al Ayuntamiento de Trias, es necesario recordar que con el apoyo del Partido Popular (PP), fue la última demostración de que era posible seguir haciendo las mismas políticas aunque bajo siglas diferentes, algo a lo que la llegada de Barcelona en comú al gobierno puso fin, dando paso a una administración progresista de la ciudad, subida sobre los movimientos sociales, aunque con claras limitaciones (entre las más destacables, el pacto con el PSC) y proyectos más que discutibles.

En definitiva, la vertebración del debate político en torno a las opciones Barcelona en comú y Xavier Trias se aparecería como una opción que podría polarizar al electorado entre dos opciones claras y dos formas distintas de entender la ciudad. O, lo que es lo mismo, entre los representantes de dos clases sociales distintas.

Referencias bibliográficas

Arico, G., Mansilla, J. i Stanchieri, M. L. (2016). La salvaguarda interrumpida del poder de clase. Una visión alternativa a la teoría de las etapas en el urbanismo barcelonés. En Arico, G., Mansilla, J. i Stanchieri, M. L. (eds.), Barrios corsarios. Memoria histórica, luchas urbanas y cambio social en los márgenes de la ciudad neoliberal. Barcelona: Pol·len Editorial.

Montaner, J. M. (2004). La evolución del modelo Barcelona, 1977-2004, en Borja, J.  i Muxí, Z. (eds.), Urbanismo en el siglo XXI. Una visión crítica. Barcelona: UPC.

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