El carácter liminal de las manifestaciones: El caso del 14N en Barcelona

Uno de los ejes principales sobre los que gira el libro de Manuel Delgado «El animal público» es el relacionado con la vinculación entre el concepto de liminalidad, o estado liminal, con lo urbano, o más en concreto, con la antropología urbana.

Recordemos que el término liminal es desarrollado por Victor Turner en su obra “El proceso ritual” (1969), y aunque la idea no es originalmente suya, si es verdad que, posteriormente, ha tenido una gran influencia no solo en la antropología sino también en ciencias como la sociología y psicología. Las teorías de Turner se centran en los procesos rituales. Recogen cómo las sociedades puedes estructurarse según determinadas posiciones (structure of positions). De esta manera lo que él ha llamado liminalidad es la situación que existe entre dos estados diferentes o estructuras, es decir, se trata de una situación interestructural que no se encuentra ni en una posición ni en otra.

Manuel Delgado recoge esta idea y lo traslada a lo que podríamos denominar lo urbano, entendiendo esto como “la sociedad que producen las personas, la manera que éstas tienen de gastar el espacio que utilizan”. Es decir, se trata de un concepto que avanza más allá de lo urbano como estructura física, como elemento de soporte, como diseño de ciudad. La ciudad como algo más que masilla moldeable en manos de políticos, urbanistas y arquitectos. Es precisamente ese momento liminal, que no es otro que aquél que se lleva a cabo cuando la masa, la sociedad, hace uso del espacio urbano, se encuentra en él, poseyéndolo y usándolo, el que “asusta” a los políticos demiurgicos que han pensado con anterioridad la ciudad, pero no en el sentido en el que finalmente está siendo usada, sino a modo de narcótico, de escenario donde se produzcan y reproduzcan relaciones sociales blandas y pacíficas.

Uno de los mejores ejemplos que tenemos de esto ha sucedido hace unos días, el pasado 14 de noviembre, fecha en la que estaba convocada la segunda Huelga General contra el Gobierno del Partido Popular en el Estado. Para entonces, los gestores de lo público pensaron y soñaron con manifestaciones tranquilas, pacíficas, bonitas (en palabras de alguno de ellos), en definitiva perfectamente controlables, que sirvieran para “desfogar” a la ciudadanía, expresar su rabia y sus anhelos, pero que no condujeran a nada más, que no forzaran ningún tipo de cambio, transformación o marchas atrás en el desarrollo de las políticas regresivas que se están implementando desde hace unos años. En definitiva, sirvieran para tranquilizar a las masas, o como decía nuestro querido Presidente, para mostrar que hay una “la inmensa mayoría de españoles que no se manifiesta” porque entiende que no sirve para nada, y que colaboran, así, con la gran labor que él mismo está llevando a cabo desde el Poder.

Sin embargo, hemos sido testigos de cómo esto no ha ocurrido tal y como se esperaba. De nuevo lo urbano a desbordado las previsiones, miles de personas (aunque nunca se pongan de acuerdo en las cuantías, lo evidente no puede ser negado) han salido a la calle, no se han quedado en casa, y no han sido sumisas ni controlables. Y una vez más hemos sido testigos de cómo el Poder entiende el derecho a la ocupación del espacio público de una forma que no es como lo entiende la gente. Porque, ¿qué son sino las provocaciones e infiltraciones que se llevan a cabo por parte de los Cuerpos de Represión del Estado entre los manifestantes sino un intento por deslegitimar, a la vez que controlar, las expresiones aleatorias, vivas y palpitantes de lo urbano?

Os dejo con un vídeo grabado ese mismo día, quizás de los últimos que nos dejen grabar, y las declaraciones de una de las personas que fueron violentadas y maltratadas en los intentos de control y gestión del uso del espacio público por parte del Poder.

Más info:

Turner, Victor (1969) The Ritual Process, New York (aquí)

Testimonio (aquí)

Vídeo

PS: Vídeo gentileza de Camille ;)

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